Puede que alguna vez te hayas hecho esta pregunta: si el agua de los océanos se evapora para formar las nubes, ¿por qué la lluvia no es salada? ¿Y el agua salada se evapora igual de rápido que la dulce?
La respuesta corta es no, no se evapora igual. Pero entender por qué no lo hace nos permite descubrir uno de los procesos más fascinantes y esenciales de la naturaleza: el ciclo del agua.
¿Qué es la evaporación y cómo funciona?
La evaporación es un proceso natural por el cual el agua líquida se transforma en vapor y sube a la atmósfera. A diferencia de la ebullición, no hace falta alcanzar los 100 °C para que esto ocurra. De hecho, el agua se evapora constantemente, incluso a temperatura ambiente, aunque no lo veamos.
Esto sucede porque algunas moléculas de agua tienen suficiente energía como para romper los enlaces que las mantienen unidas y escapar al aire en forma de gas. Cuanto más alta es la temperatura del agua o del aire, mayor es esa energía, y por tanto, más rápido se evapora.
Pero la temperatura no es el único factor que influye. También intervienen otras condiciones del entorno. Por ejemplo, en zonas de gran altitud, donde la presión atmosférica es más baja, la evaporación ocurre con mayor facilidad. Si además hay viento, este retira el vapor que se acumula sobre la superficie, dejando espacio para que se liberen nuevas moléculas.
La humedad del aire también importa: cuanto más seco esté, más capacidad tendrá para absorber vapor de agua. Y no podemos olvidar la radiación solar, que al calentar directamente la superficie del agua, aumenta la energía de sus moléculas y favorece su paso al estado gaseoso.
¿El agua salada se evapora más lento?
Sí, el agua salada se evapora más lentamente que la dulce, y la razón está en su composición química. Al contener sales disueltas, como el cloruro de sodio (NaCl), las moléculas de agua interactúan con los iones de sal, formando enlaces más fuertes. Este efecto actúa como un freno molecular, que dificulta que las moléculas escapen al aire.
En cambio, el agua dulce, al no tener estos iones disueltos, permite que sus moléculas se liberen con mayor facilidad. Por eso, si las condiciones de temperatura y viento son iguales, se evapora más rápido que el agua salada.
¿Y qué ocurre con la sal durante este proceso?
Aquí está el punto clave: la sal no se evapora. Cuando el agua de mar se calienta por acción del sol, solo las moléculas de H₂O ascienden en forma de vapor. Los iones de sal quedan atrás, lo que hace que el agua restante se vuelva cada vez más salada.
Este fenómeno convierte a la evaporación en un proceso natural de desalinización. Lo que sube es agua pura; lo que se queda, son los minerales.
Es cierto que algunos estudios apuntan a que, en condiciones extremas (como alta temperatura, baja presión o ambientes controlados de laboratorio), pueden escaparse trazas minúsculas de sal al vapor. Pero en la naturaleza, esta cantidad es tan insignificante que podemos afirmar con seguridad que la sal no forma parte del vapor de agua que sube.
Y por eso, si alguna vez te preguntaste por qué la lluvia es dulce aunque venga del mar, ahora sabes la respuesta. La lluvia se forma cuando el vapor de agua se enfría y condensa en la atmósfera. Como la sal nunca subió, el agua que cae es dulce, incluso si su origen está en el océano.