
El agua con gas tiene algo diferente que nos apasiona: burbujea, pica un poco y refresca como ninguna. Existen verdaderos amantes del agua con gas que a veces son incomprendidos, pero nos encantan ¿Pero cómo se consigue ese efecto gas? ¿De dónde salen esas burbujas? La clave está en un proceso que suena complicado, pero no lo es: la carbonatación.
¿QUÉ LLEVA REALMENTE EL AGUA CON GAS?
En realidad, no lleva nada raro. Es simplemente agua con dióxido de carbono (CO₂). Exacto, el mismo gas que exhalamos al respirar. Es un gas natural e inofensivo que, cuando se mezcla con agua bajo presión, crea ese cosquilleo tan característico. Por eso también se le llama agua carbonatada. Hay aguas que ya salen así de la naturaleza (por ejemplo, en manantiales que atraviesan zonas volcánicas y recogen gases del subsuelo). Pero lo más normal es que ese gas se añada de forma controlada, para que el sabor y las burbujas siempre sean iguales, botella tras botella.¿Y CÓMO SE HACE PASO A PASO?
- Primero, hay que enfriar el agua. No es un capricho: el gas se disuelve mejor cuando el agua está bien fría. Cuanto más baja la temperatura, más fácil es que el CO₂ se mezcle con ella. Por eso, antes de nada, se enfría a conciencia.
- Luego se mete en un tanque cerrado y se inyecta el gas. Este tanque está presurizado. Básicamente, se crea un entorno donde el agua y el gas pueden mezclarse sin que el CO₂ se escape. Si este paso no se hace bien, las burbujas no se integran bien y se irían volando nada más abrir la botella.
- Se mezcla y se deja estabilizar. Una vez dentro, el agua se mueve un poco para que el gas se reparta por igual. Después, se deja reposar para que la presión se equilibre y las burbujas no se disparen sin control.
- Se embotella… pero sin perder ni una burbuja. Este paso es como un número de circo: hay que hacerlo con rapidez y precisión. Se embotella bajo presión y en un entorno cerrado. Así el gas no tiene oportunidad de escaparse antes de que la botella quede bien sellada.
- Y por último, pasa por un control de calidad. Sí, incluso las burbujas tienen estándares. Se revisa la cantidad de gas, la limpieza, el sabor, todo. Esto no es cosa de adivinar a ojo. De hecho, hay normativas europeas que lo regulan, como el Reglamento (CE) nº 852/2004, que marca las reglas de higiene y seguridad para productos como el agua envasada.