Cómo se hace el agua con gas

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ASÍ ES CÓMO SE HACE EL AGUA CON GAS

El agua con gas tiene algo diferente que nos apasiona: burbujea, pica un poco y refresca como ninguna. Existen verdaderos amantes del agua con gas que a veces son incomprendidos, pero nos encantan ¿Pero cómo se consigue ese efecto gas? ¿De dónde salen esas burbujas? La clave está en un proceso que suena complicado, pero no lo es: la carbonatación.

¿QUÉ LLEVA REALMENTE EL AGUA CON GAS? 

En realidad, no lleva nada raro. Es simplemente agua con dióxido de carbono (CO₂). Exacto, el mismo gas que exhalamos al respirar. Es un gas natural e inofensivo que, cuando se mezcla con agua bajo presión, crea ese cosquilleo tan característico. Por eso también se le llama agua carbonatada. Hay aguas que ya salen así de la naturaleza (por ejemplo, en manantiales que atraviesan zonas volcánicas y recogen gases del subsuelo). Pero lo más normal es que ese gas se añada de forma controlada, para que el sabor y las burbujas siempre sean iguales, botella tras botella.

¿Y CÓMO SE HACE PASO A PASO?

  1. Primero, hay que enfriar el agua. No es un capricho: el gas se disuelve mejor cuando el agua está bien fría. Cuanto más baja la temperatura, más fácil es que el CO₂ se mezcle con ella. Por eso, antes de nada, se enfría a conciencia.
  2. Luego se mete en un tanque cerrado y se inyecta el gas. Este tanque está presurizado. Básicamente, se crea un entorno donde el agua y el gas pueden mezclarse sin que el CO₂ se escape. Si este paso no se hace bien, las burbujas no se integran bien y se irían volando nada más abrir la botella.
  3. Se mezcla y se deja estabilizar. Una vez dentro, el agua se mueve un poco para que el gas se reparta por igual. Después, se deja reposar para que la presión se equilibre y las burbujas no se disparen sin control.
  4. Se embotella… pero sin perder ni una burbuja. Este paso es como un número de circo: hay que hacerlo con rapidez y precisión. Se embotella bajo presión y en un entorno cerrado. Así el gas no tiene oportunidad de escaparse antes de que la botella quede bien sellada.
  5. Y por último, pasa por un control de calidad. Sí, incluso las burbujas tienen estándares. Se revisa la cantidad de gas, la limpieza, el sabor, todo. Esto no es cosa de adivinar a ojo. De hecho, hay normativas europeas que lo regulan, como el Reglamento (CE) nº 852/2004, que marca las reglas de higiene y seguridad para productos como el agua envasada.
Así que no, no es solo echarle burbujas al agua y ya. Es un proceso cuidadoso para que todo esté en su sitio: el gas, el sabor y ese equilibrio mineral que se nota incluso antes de leer la etiqueta.

¿DÓNDE SE HACE EL AGUA CON GAS?

En plantas embotelladoras donde todo está preparado para que el agua se enfríe, se gasifique y se embotelle sin que pierda calidad ni un ápice de frescura. El objetivo es que llegue a tu casa tal como salió del manantial… pero con ese punto efervescente.

EL USO DEL AGUA CON GAS QUE QUIZÁ NO SABÍAS…

¿Sabías que el agua con gas tiene un lugar especial en la alta cocina? Más allá de ser una bebida refrescante, su uso va mucho más allá del vaso. En muchos restaurantes de autor, especialmente en los de alta gastronomía, se emplea estratégicamente para limpiar el paladar entre platos. ¿Por qué? Porque las burbujas del agua carbonatada actúan como un suave exfoliante sensorial. Ayudan a eliminar sabores persistentes, refrescar la boca y prepararla para el siguiente bocado. Esto es especialmente útil en menús degustación o platos con sabores intensos, como quesos curados, carnes ahumadas o elaboraciones especiadas. 

¿Y POR QUÉ ELEGIR AGUA CON GAS?

Porque es agua, pero con actitud. Si te cuesta beber agua del grifo o simplemente te apetece algo distinto, el agua con gas es una gran opción. No tiene calorías, no tiene azúcar y no tiene aditivos, siempre que sea natural. Solo burbujas y frescura. Y si encima es de un manantial de verdad, con un origen claro y bien cuidado, mejor todavía.