Entrevista a Javier Goyeneche fundador de ECOALF
Donde otros ven basura, Javier Goyeneche vio recursos, materias primas, vio el futuro, un futuro más limpio para las generaciones venideras y una marca de ropa con estilo y con valores. ECOALF nació en 2009, aterrizó en 2012 en EE.UU. y hoy ya está establecida en 11 países, incluido España donde está presente en 60 tiendas multimarca. En cinco años, esta marca de moda sostenible se ha situado en la vanguardia del sector… y más allá, porque no contentos con reciclar plásticos, neumáticos, algodón postindustrial, café y redes de pesca, ahora se han propuesto limpiar el mar. “In trash we trust”, reza su lema “…we trust in Ecoalf”, podríamos añadir nosotros.
El nacimiento de ECOALF coincide con el nacimiento de tu hijo. ¿Viste claro que era el momento de crear un futuro mejor para él?
Sí, de hecho el nombre ECOALF es por él, se llama Alfredo. Mi idea era crear una marca de moda que fuera realmente sostenible y que no siguiera utilizando recursos del planeta, con lo que el reciclado me parecía la mejor opción. Cuando Alfredo tenía dos años me puse a investigar y el proyecto cogió forma porque me di cuenta de que no había buenos tejidos reciclados en el mercado y los que había sólo estaban reciclados en un porcentaje muy pequeño y tenían un tacto muy tosco. Entonces nos vimos en la obligación de fabricar nuestros propios tejidos y, desde 2010 a 2012, viajé por el mundo buscando alianzas para crear esta nueva generación de tejidos reciclados entre un 70 y un 100% del hilo y con aspecto y textura de tejidos sofisticados.
¿El futuro será sostenible o no será?
Siempre estamos muy preocupados pensando en qué planeta vamos a dejar a nuestros hijos y me gusta decir que es mejor preocuparse por qué tipo de hijos vamos a dejar al planeta y hablo de educación y conciencia. Es una evidencia que estamos consumiendo 4 o 5 veces más recursos naturales de los que el planeta es capaz de generar y, ante esto, defendemos, como nuestro manifiesto “Tras(H)umanity”, que puedes seguir quemando, tapando o escondiendo los residuos que generas, o puedes convertirlos en algo positivo, en recursos alternativos. Todo lo nuevo ya debería ser sostenible.

Sois una marca de moda pero lo que hay detrás de ECOALF es investigación, investigación e investigación. ¿Es el pilar principal de vuestro trabajo?
Es cierto que hay mucho I+D en nuestro proceso de trabajo y los dos primeros años nuestra inversión en investigación superaba con muchoa la facturación. Poco a poco, al aumentar la facturación, los números se han equilibrado pero sigue siendo nuestra inversión principal porque seguimos ampliando el número de materiales que usamos, los tejidos que fabricamos, optimizamos los procesos,…
Empezasteis reciclando botellas de plástico y hoy fabricáis cerca de 60 tipos de tejidos diferentes con redes de pesca, residuos del café, algodón industrial… Da la sensación de que el proceso es complicado. ¿Podrías explicarlo brevemente?
Sacamos cada año unos 15 tejidos diferentes y hay un proceso con varias fases. Básicamente podríamos decir que entre una red de pesca vieja de un puerto y una de nuestras telas de nylon hay 7 pasos químicos. Si partiéramos de petroleo crudo, habría 16 pasos químicos y por éso hay tanto ahorro de agua, de emisiones y de energía. Hay mucha gente que no sabe que la mayoría de tejidos que usa vienen del petroleo, nosotros lo que hacemos es devolver el material a su forma original, un polímero, y trabajamos desde ahí.
Dentro de la filosofía de la empresa está la pauta de que “fabricáis donde recicláis”. ¿Es una cuestión de ahorro, de logística o de cercanía y contacto con los proveedores en un sentido más personal de implicación en el proyecto?
La verdad es que un lío, económicamente un disparate y logísticamente un despropósito, pero funciona. Un ejemplo, en el primer proyecto que hicimos en España, con los neumáticos de Signus (el gestor del residuo neumático), no tenía sentido reciclarlos y mandar el polvo neumático a Asia para hacer unas flip-flop porque no es coherente con nuestro mensaje de sostenibilidad. Así que nos obligamos a buscar el residuo y a todos los partners y alianzas alrededor del residuo para completar el proceso.
ECOALF trabaja en EE.UU. y Japón y, en Europa, en Inglaterra, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania, Noruega, Italia,… hasta que acaba de instalarse en España. ¿Por qué ha sido el último país donde habéis recalado?
Por varios motivos. En principio, cuando la compañía se lanza al mercado en 2012, España estaba en una crisis enorme y era un momento complicado para lanzar cualquier marca. También pensamos que el mensaje de sostenibilidad iba a ser mejor entendido en determinados países y no nos equivocamos. En EE.UU., para un determinado grupo social, es un mensaje con el que se identifican y en Japón es igual. En el norte de Europa el mensaje se aprecia de manera desigual…
¿Os ha sorprendido el público español? Se le suele acusar de no tener sensibilidad medioambiental.
Pues está funcionando bastante bien porque no sólo nos dirigimos a un público sensible a este mensaje. Sabemos que nadie se compra un plumífero si no le queda bien. Te puede gustar mucho nuestra historia pero si no te queda bien y no te gusta el color no lo compras. Y, cuando Harrods nos pide una colección, sabemos que en la misma planta competimos con 50 marcas más y no podemos explicarle al público nuestra filosofía, así que tenemos productos de máxima calidad y de diseño impecable que ganan por sí solos.
¿Se ha convertido lo ECO en una moda?
Esperemos que lo eco- esté para quedarse. El mundo va hacia allí y hoy en día existe la tecnología suficiente para optar por alternativas sostenibles; si no lo haces es porque no quieres. Esto ya no se cuestiona y las compañías que no lo hagan son las que probablemente tengan problemas en el futuro.
Los productos ecológicos, sin embargo, siguen siendo productos de lujo para gran parte de la población. ¿Cómo se solventaría este bache en el mercado?
Dos obsesiones mías desde que arrancó ECOALF eran: acabar con el concepto de que lo reciclado es cutre y crear una ropa en la que el precio no fuera el motivo por el cual no elegir lo sostenible. A pesar de que la producción es cara y hay muchos agentes implicados, lo que comprobamos es que a medida que creamos volumen de producto, los costes disminuyen sustancialmente. Así que, con más volumen y con más marcas trabajando en ésto, a los fabricantes les costaría menos acceder a este tipo de materiales y fibras y acabaría por no ser más caro.
El público también está cambiando y busca, cada vez más, marcas que les definan, que les hagan especiales. ¿Crees que son esos valores añadidos al producto lo que diferencia a unas marcas de otras?
Hay una nueva generación de marcas que representan unos valores socialmente muy valiosos y con los que la gente se identifica, eso les hace mucho más fieles porque se sienten cómodos. Lo único que te diferencia al final de otro producto como el tuyo son los valores personales y emocionales con los que puedas identificarlo.
Habéis trabajado para Marc Jacobs y LVMH, Apple os llamó para sacar una línea de fundas y la actriz y coolhunter Gwyneth Paltrow viste y promociona vuestros plúmíferos… En España colaboráis, por ejemplo, con Solán de Cabras. ¿Qué tipo de producto desarrolláis con la marca de agua?
Llevábamos varios años en conversaciones. Ahora, ha surgido la posibilidad de presentar una mini colección de Solán de Cabras en Cibeles transmitiendo el mensaje de que la moda puede ser bonita y también responsable.
Estáis inmersos en un nuevo proyecto, más ambicioso si cabe, que consiste no sólo en reciclar, si no en limpiar el mar. Háblanos un poco de él.
En tierra ya se conocen y se tienen identificados los canales de gestión y recuperación de residuos, pero parece que el mar no es de nadie y todo lo que llega ahí se va acumulando… ¡Hasta 400 años puede durar una botella de plástico en el mar! Hay zonas del océano donde el problema del plástico es muy grave e impresiona saber que las costas de Hawai se cubren de plásticos cada dos semanas y que los peces que comemos conservan cientos de partículas plásticas y químicas.
Soy un amante del mar y pensé que la mejor manera de traer ese plástico a tierra era con la ayuda de los pescadores, cuyas redes de arrastre sacan incluso el plástico hundido. Nos hemos encontrado con una enorme predisposición por su parte y, en el proyecto piloto, en Levante, se han apuntado los 204 barcos existentes. Estamos probando el tipo de contenedores que van en cada barco, las plantas clasificadoras en puerto,… El proyecto del mar es quizá el más especial y el más complicado que hemos enfrentado hasta el momento. Llevamos un año trabajando en él y nos queda otro año hasta que se ponga en marcha porque con los pescadores vamos a sacar el residuo del mar, lo vamos a clasificar en los puertos, limpiarlo, separar el polipropileno del PET, el polietileno del aluminio, convertirlo en escama, de ahí en polímero y de ahí en hilo, en tejido y en producto. Seguro que es mucho más fácil ir a una feria, comprar un tejido y trabajarlo, pero nos gusta complicarnos la vida.
Texto Bárbara Vidal
Fotografía Lidia Estepa